María atesoraba todas estas cosas y las razonaba en su corazón. - Lucas 2:19
Leer: Lucas 1: 26-33; 2: 4-7
Era cualquier cosa menos una idílica noche, en silencio en esa fría tarde, en Belén una joven temerosa concibió al Salvador del mundo. María aguantó el proceso del nacimiento de su Bebé con la única ayuda de José el carpintero quien era su prometido. Los pastores pueden haber estado cantando una serenata en los campos cercanos acompañados por ángeles alabando al bebé, pero todo lo que María y José escuchaban eran los sonidos de los animales, la agonía del nacimiento y los primeros gritos de Dios en forma de bebé. Una estrella de gran magnitud brillaba en el cielo nocturno por encima de la instancia, pero la escena del pesebre era un lugar sombrío para estos dos visitantes de fuera de la ciudad.
Cuando José puso al bebé en los brazos de María, una combinación de asombro, dolor, el miedo y la alegría debe haber cursado a través de su corazón. Ella sabía que, debido a la promesa de un ángel, este pequeño bulto era "el Hijo del Altísimo" (Lucas 1:32). Cuando ella miró con sus ojos a través de la penumbra a José, ella debe haberse preguntado cómo iba a ser la madre de Aquel cuyo reino no tendría fin.
María tenía mucho que pensar en su corazón en esa noche especial. Ahora, más de 2.000 años después, cada uno de nosotros tiene que considerar la importancia del nacimiento de Jesús y su posterior muerte, resurrección, y la promesa de volver.
Dios Todopoderoso se hizo hombre en humildad, en humilde nacimiento; Y María conservaba en su corazón este regalo de valor sin límites.
Reflexión:
Dios vino a vivir con nosotros para que pudiéramos vivir con Él.
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